Unidos en la Hermandad

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¡Estimado lector en la forma apropiada de saludo!

Aquí estamos de nuevo. Muchos, me gustaría imaginar a todos los Hermanos, de muchos lugares, de todos los lugares del Mediterráneo que es nuestra Confederación: la Familia que somos, una Familia unida que crece y prospera. Ya nos conocimos el año pasado, gracias a una inspirada intuición de nuestro Presidente, fr. Karl Walder, y a pesar del aislamiento forzoso al que ya casi estamos acostumbrados, volvemos a encontrarnos.

Nos volvemos a encontrar y es hora de despertar.

Y para celebrar este despertar, hemos decidido reunirnos aquí, en Montebelli. Por razones obvias no somos el número de Hermanos que el Laberinto suele acoger, pero aun así estamos juntos como un buen augurio y un buen deseo para todos.

El año pasado recordábamos que si el siglo XIX fue el Siglo de la Libertad y el siglo XX el Siglo de la Igualdad, el siglo XXI puede, debe y será el Siglo de la Fraternidad.

Y en Montebelli vivimos momentos intensos y conmovedores de profunda armonía, la armonía que graba la palabra «Hermano» en lo más profundo del corazón, la talla, la cincela, la armonía que hace que «Hermano» deje de ser una palabra para convertirse en una forma de ser.

Absoluto.

Eterno.

Lo sabemos, no somos Hermanos por decirlo, somos Hermanos por serlo.

La Hermandad exige atención, pero no es suficiente porque la atención puede durar un solo momento.

La fraternidad exige interés y, sin embargo, no es suficiente porque el interés puede ser fatuo.

La fraternidad exige cuidado, no es fugaz ni superficial; es un pensamiento, un proceso, un proyecto y una realización, es pasado, presente y futuro.

Tener cuidado es tratar, acercarse en Libertad; y tener cuidado es participar como iguales en la vida de los demás.

Preocuparse es estar abierto.

En este sentido, Hermanos míos, nuestra Confederación, que esta noche desde todos los lugares del Mediterráneo nos reúne en la Cadena de la Unión, es una posibilidad extraordinaria: tenemos el privilegio de contar con la riqueza de las miradas y de las voces, de los sentimientos y de las emociones de todos los lugares del Mediterráneo.

Tensemos, pues, los nudos de la alfombra, para que la trama y la urdimbre se ordenen y compacten: fomentemos los encuentros entre Hermanos y aumentemos los hermanamientos entre Logias, para que cada Hermano tenga un nombre, un rostro y una voz familiar y querida.

Y que el pensamiento de los Hermanos circule para hoy, y que su estudio se recoja para mañana, para que en la búsqueda intelectual no nos quedemos siempre en los puntos de partida y cada uno atesore el pensamiento de los demás y sea riqueza para los demás: que se aprieten los nudos de la alfombra, para que su diseño se haga inteligible.

Tenemos corazones complejos, como los tuvieron nuestros abuelos y los tienen y tendrán nuestros hijos; y aunque estemos de paso, somos Hermanos.

Hermanos. Y como Hermanos entre Hermanos nos hemos reunido aquí en Montebelli y, como buen deseo y buen augurio de que por fin ha llegado el momento de que nuestras Obras recobren Fuerza y Vigor, en presencia y en nombre de todos los Hermanos de todos los lugares del Mediterráneo, esta noche caminaremos juntos por el Laberinto para salir juntos de él.

Todos juntos y unidos en una Cadena de Unión.

Ayer, hoy, mañana: y esto es la Masonería.

Cuídense y cuiden a su ser más querido. Cuida de todos.


Eso dije yo…

Antonio Cuomo
Gran Maestre
Gran Logia Nacional de Masones de Italia 1805